Sé que lo vi, pero no sé dónde fue. Busqué la frase del poema que me quedó. Primero tuve que buscar esa frase en mí. Estuve todo el día queriendo recordar, queriendo ver. Luego se me vino cuando ya dejé de pensar en ella. Parece que así funciona.
"No te alivia". Buscador, tipeo, enter. Así encontré un blog de una chica llamada Tatiana Torres, que vive en Bogotá y dice tener dos gatos y cuidar de sus plantas. El posteo, del año 2015, tenía el poema, autoría de Claudio Bertoni, y la referencia de que ella lo había descubierto en una columna de Leila Guerriero publicada en el diario El País bajo el título de "Quieta". Con estos datos se puede encontrar parte de esa columna en algún sitio web. Para verla completa hay que acceder al diario, y para ello, hay que suscribirse.
El poema del poeta chileno se llama Desiderata y es así:
«Piensas que despertar te va a aliviar / y no te alivia / piensas que dormir te va a aliviar / y no te alivia / piensas que el desayuno te va a aliviar / y no te alivia / piensas que el pensamiento te va a aliviar / y no te alivia / piensas que hacer un trámite te va a aliviar / y no te alivia / [...] / piensas que el sol te va a aliviar / y no te alivia / piensas que llover te va a aliviar / y no te alivia / piensas que conversar te va a aliviar / y no te alivia / piensas que oír las noticias te va a aliviar / y no te alivia / [...] / piensas que el tiempo te va a aliviar / y no te alivia.»
En su columna, Leila cuenta un episodio con su padre, en donde este le aconseja que, para dejar de estar triste, lo que había que hacer era pensar una y otra vez en todos los episodios que te generan esa tristeza, repasando el dolor, hasta gastarlo, hasta por fin no sentir nada. Lo siguiente es un textual de la columna de esta gran escritora:
“El dolor es el dios que a menudo nos convoca. Cuando toca caminar en medio de un valle de sombra de muerte, cuando no está claro qué parte de mí soy yo o el monstruo que me habita, sé —lo sé— que nada alivia. Ni despertar, ni dormir, ni tomar desayuno, ni pensar, ni hacer un trámite, ni el sol, ni la lluvia, ni hablar, ni quedarse muda. Así que, cuando nada salva, en ese lugar donde siempre estoy sola y son las tres de la mañana, no busco alivio. Tan sólo recuerdo aquella tarde y hago lo que dijo mi padre: contemplo al enemigo y me quedo quieta. Después, como todo el mundo, sobrevivo.”
Yo no sé muy bien si realmente todo el mundo sobrevive. Quizás sea por etapas. Quizás sí, todo el mundo, en algún momento, sobrevivió como pudo, como le salió, como le dejaron, digna o indignamente. Sobrevivir, etimológicamente, quiere decir seguir vivo a pesar de las dificultades. Es como decir "estoy vivo", pero en lugar de eso, decir "no estoy muerto".
Me gusta mucho ese poema porque hace unas semanas debo sentirme un poco, o bastante, identificado; no aliviado. También mi padre en momentos de tristeza me decía que solo salga a ver el mundo; el problema hoy, es que ese mundo mayormente es desigual, bruto y suicida. También la reflexión sobre el poema es buena; me interpela, en tanto me convenzo, cada día, cada momento, de dejar de buscar, de solo encontrar, de estar tranquilo. Es decir, lo que para Leila es estar quieto, a las 3 de la mañana, en la cama, o donde ella dice estar sola.
A todo esto, empecé a comprender, que ya no busco que me entiendas; yo busco que me quieras. Ya no me interesa que me entiendas cuando hablo de política, cuando hablo de derecho, del clima, ni siquiera me interesa que escribas bien. Me molesta sí, estoy molesto, cuando no te das cuenta lo que yo sí, lo que percibo, lo que veo en el fondo, más atrás, me molesta la no utilización de la palabra correcta, del concepto, del engaño que veo, que me hace mal, me lastima, pero ya no es lo central, es la periferia, ya no es lo importante, si me queres, si me ves, si me sonreís a la mañana, si me das el buen día, el café de desayuno, el libro sobre la mesa, la lectura de Cortázar, sus cuentos, si me amas, si me queres, no me importa en lo absoluto que me entiendas, no me importa que creas que estoy equivocado en la preparación de la cena, en la manera de ver el mundo, si lo quiero salvar o no, si me puedo salvar yo o no, no me importa que yo crea que vos estas equivocada, en tu lugar, en tu forma de ser, como te manejas en la bici, lo que me importa es que si me queres, si nos queremos, si me miras acostada, horizontal, si me sonreís, como siempre, como la última vez, como la primera vez, como siempre. Ya no me importa que me entiendas, solo busco que me quieras. No importa si no sabes quién es Sócrates, Locke o Alfredo Palacios, no me importa si no lees la noticia temprano, yo te cuento yo te transmito, sino te informas, sino te comunicas, sino te interiorizas, sino te interesa el espacio común, el público, el de todos, yo te llevo yo te transmito, no me importa, ya no, que cometes el absurdo de vestirte de blanco en año nuevo, que no entiendas mi moda, mi manera, que me gusta el cuero, los zapatos, los jeanes pesados, mi personalidad, mi dureza, que se seca como el barro en tiempo de sequía, no me importa nada de todo eso, lo que me importa, lo que si me importa, es que me quieras, que me des un beso en la despedida, un abrazo en la bienvenida, que te rías, que te rías fuerte, que bailes como una bailarina sin clases, que te emborraches con migo, que llores, que grites, que te enojes, que me ayudes, que te ayude, que nos ayudemos, que nos agarremos, que nos encadenemos, pero con la llave puesta, con la llave puesta, con la llave puesta.
A diferencia de Leila, yo no estoy quieto, estoy lento. Como ella, contemplo al enemigo. Como todo el mundo, sobrevivo. Aunque, si me queres, si realmente me queres, voy a estar vivo, y talvez aliviado.
Este posteo viene con una seria de fotografías que llevan el mismo título.








Estar lento es esperar que se enfrié el té sin echarle agua fría.